Las activistas y defensoras de derechos humanos vivimos y ejercemos nuestra labor en contextos de violencia estructural y patriarcal que implica enfrentar cotidianamente un alto riesgo para nuestra seguridad, bienestar y en ocasiones hasta nuestra vida. Esta realidad nos impone una dinámica colectiva extenuante, elevados niveles de estrés y afectaciones para nuestra salud física, mental, emocional, energética y espiritual.
Atender y contrarrestar las afectaciones, manejar y descargar las emociones sin reprimirlas ni dañarnos, sanar las heridas y prevenir desgastes, forma parte de la protección integral de las defensoras y activistas. A nivel individual y colectivo es necesario generar hábitos de cuidado y autocuidado así como acuerdos dentro de nuestras organizaciones que nos permitan sentirnos acompañadas, protegidas, escuchadas y saludables.
A lo anterior, hay que sumar el complejo contexto que la pandemia del Coronavirus nos trae en estos tiempos. Estamos seguras que escuchando nuestro cuerpo y siendo sororarias podremos juntas salir de esto. Para ello, les proponemos fortalecer las siguientes dimensiones:
Dimensión física: Poner atención a nuestro cuerpo y aumentar la conexión con lo que sentimos, con las dolencias, cuidar nuestros órganos, escuchar las señales o síntomas, procurar atender sus necesidades. Incluye la alimentación, el sueño, descanso, atención médica y de terapias de sanación diversas, entre otros.
Dimensión emocional: Poner atención a nuestros sentimientos y emociones, poder expresarlas para no acumular los dolores, rabias, tristezas forma parte del cuidado que necesitamos las defensoras. Las emociones y sentimientos son una poderosa herramienta para nuestra protección. Necesitamos aprender ejercicios para manejar y descargar emociones cuando nos sentimos desesperadas, ansiosas, tristes y enojadas. Ello evita que se queden en el cuerpo y se conviertan en enfermedades.
Dimensión energética: Las defensoras trabajamos con realidades muy difíciles y con frecuencia esto nos genera bloqueos en nuestra energía corporal y ambiental, por ejemplo nos podemos sentir “cargadas de mala vibra” “con energía de muerte” “con desconfianza sin razón aparente”, etc. Sanar y limpiar los bloqueos de energía nos permite mejorar nuestro estado de esperanza, el ambiente de trabajo y aligerar las cargas que llevamos.
Dimensión mental: La violencia patriarcal también daña nuestra mente, es decir lo que pensamos. Con frecuencia las defensoras tenemos pensamientos recurrentes que nos torturan y no nos
dejan descanso, ideas que obstaculizan nuestro bienestar básico, como por ejemplo: “por mucho que trabajo no es suficiente” “nada va a cambiar” “como mujer no valgo”. Esto ocasiona desgaste, sufrimiento y daños que necesitamos hacer conscientes para modificar poco a poco y recuperar nuestro poder y valía.
Dimensión espiritual: Reconocer el beneficio de todas aquellas prácticas, símbolos y rituales que las mujeres defensoras realizamos para sentirnos conectadas con la vida, la naturaleza, con la grandeza de un poder colectivo transformador. Nuestros pueblos originarios tienen una gran riqueza espiritual que podemos recuperar para fortalecer nuestro bienestar e inspirar a nuestros movimientos por la justicia.
La serie de herramientas que te presentamos a continuación tienen como finalidad ayudarnos, de manera sencilla, a mejorar nuestro bienestar en estas dimensiones. Si las practicamosde manera consciente y cotidiana seremos capaces de obtener grandes beneficios.
¡Este compendio es tuyo! Te invitamos a que lo revises con calma y tomes el tiempo necesario para practicar cada una de las herramientas que te proponemos. Toma en cuenta que, éstas son apenas algunas de muchas herramientas para el autocuidado, cuidado colectivo y sanación que existen. Quizá tú conoces muchas más, así que confía en tu sabiduría y procúrate sensaciones de tranquilidad, bienestar y calma durante los tiempos que corren. ¡Juntas saldremos de ésta!