Queridas compañeras nicaragüenses, hoy se cumplen cuatro años desde que la fuerza, la dignidad y la resistencia de sus luchas frente al terror hecho norma, se han convertido en un referente y en un vínculo de sororidad para todas las defensoras mesoamericanas.
Sabemos que, desde entonces, por el hecho de ser defensoras de derechos humanos y trabajar en la construcción de la paz y la justicia social, alzando sus voces contra las desigualdades y violencias, muchas de ustedes han enfrentado amenazas, señalamientos, vigilancia y hostigamiento constantes a las puertas de sus casas, viendo profundamente afectadas sus vidas, las de sus familias y las de sus comunidades.
Han lidiado con la exposición a la represión y el miedo, convirtiendo la precaución y el autocuidado en un acto de resistencia y rebeldía.
Somos testigas de las denuncias y cómo sus organizaciones han sido clausuradas, sus colectivas y sus espacios de activismo perseguidos.
Muchas otras han sido criminalizadas, detenidas e incluso encarceladas y torturadas.
Otras no han dejado de exigir justicia por sus hijos y hermanos asesinados; o de esperar a las puertas de las cárceles donde están sus familiares o compañeras de lucha, para poder verles o, simplemente, darles una manta, ropa de abrigo, medicinas o algo de comida.
Muchas de ustedes han tenido que dejar sus casas e incluso han tenido que exiliarse lejos de su país y de su familia.
Pese a todo ello, nunca han dejado de crear y llevar a la práctica una diversidad de estrategias y maneras de seguir abonando a la esperanza, persistiendo en su empeño de cuidar y sostener la vida despejando los caminos que llevan hacia ese futuro que más tarde o más temprano llegará con su abrazo de justicia y de ternura.
Por todo ello, compañeras, hoy desde la IM-Defensoras les dedicamos estas palabras a ustedes; quienes desde su comunidad, desde su barrio, desde su casa, desde su celda o desde el exilio siguen soñando por una Nicaragua libre de violencias, racismos, patriarcado y capitalismo, para seguir ejerciendo nuestros derechos, permaneciendo activas en espacios de organización y formación y con la seguridad de que prevalecerán la verdad y la justicia.
Sepan que aquí estamos y que aquí seguiremos caminando junto a ustedes, uniendo nuestras voces a las suyas, abrazándolas y aprendiendo unas de otras a sostenernos sin perder jamás la esperanza y la convicción de nuestras luchas.
Porque abril, en Nicaragua y en toda Mesoamérica, siempre ha sido el mes para florecer.