En un texto poderoso llamado Rebeldía, de esta manera se levanta la palabra de la poeta hondureña Clementina Suárez, ante esta sociedad misógina, una frase que nos puede convocar.
Pero nosotras lloramos, y mucho, por la desgracia que enluta a tantas familias quienes extrañan en sus días, mesas y celebraciones a una mujer asesinada por un hombre.
Enero ya nos hace llorar con la enorme cantidad de femicidios que no nos dejan ni arrancar el año con algo de calma; por quienes se van huyendo y no saben que les espera en los caminos, por las que reciben el año con amenazas a muertes y con despojo de sus tierras comunitarias.
Nos duele que a pesar de las denuncias y señalamientos contra hombres que han acechado, agredido, amenazado a mujeres, sigan la impunidad dejándoles como si nada en sus puestos públicos, en sus candidaturas a diputados, en sus embajadas.
Pero no es a llorar que hemos venido al mundo, porque sabemos de la complicidad, la fuerza colectiva, la alegría del compartir, el ánimo de seguir luchando juntas que siempre ha sido posible sin patriarcas ni políticas, sino a pesar de ellas y ellos.
Al nacer y vestir con la piel del abrazo y el deseo de vida a las pequeñas que nacen en Honduras, no se nos ocurre que serán arrancadas de su cuerpo y sus afectos con la violencia que tanto crece sin parar.
Seguimos deseando que lleguen a ser felices, vitales, creativas y solidarias y eso nos mantiene activas y actuando en colectividades.
Cada sueño y anhelo segado por la violencia es llama para la hoguera de nuestra rabia y fuerza; para que entendamos por donde no tiene sentido seguir insistiendo y lo que nos hace posible defendernos y vivir como ha sido desde antes que estuvieran quienes ahora dicen que nos quieren ayudar.
Este 25 de enero nuevamente saludamos a las mujeres de este país, organizadas y en movimientos, o en cualquier lugar donde estén y sientan que vivir con este miedo y tristeza no es su destino, les expresamos que cada vez más vamos conociendo mejor como funcionan los poderes que mienten, y ojalá no se nos olviden sus trampas y confiemos en nuestros caminos de sabidurías antiguas.
No nos resignamos, no estamos en el mundo para llorar ni para sufrir.
¡Que vivan las mujeres valientes de Honduras y su hermosa fuerza vital!