Nosotras somos las de la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en Honduras y decidimos poner nuestra palabra en público sobre lo que está pasando en el juicio a Juan Orlando Hernández, que tanto dolor, miseria y expoliación nos causó.
Lamentamos que sea en otro país y no en éste, que correspondería, donde se le esté haciendo un juicio por sólo algunos de sus negocios ensangrentados y acciones delincuenciales; bien conocemos en Honduras lo que significó su paso por el Estado y como eso impactó en las vidas de la gente. Los actos de depredación fiscal, territorial, humana; el robo, el abuso sobre la legalidad del estado, la corrupción en todas las instituciones públicas y la represión organizada contra el movimiento social, el deterioro de las condiciones de vida del pueblo de Honduras, la expulsión de miles de compatriotas del país son algunos de los delitos que debieran sumarse a sus cuentas pendientes.
El sistema de justicia y las instituciones que debieran hacerse cargo de juicios como éste sólo operan hábilmente cuando se trata de nuestras compañeras defensoras y sus luchas, perseguir, acorralar, encarcelar, levantar causas donde no hay para quienes necesitan el agua, la tierra, las montañas, la educación y la salud pública, la vida sin violencia es una habilidad que se ensaña contra las más y los más pobres, y que JOH profesionalizó.
Es cierto que la sociedad hondureña que no participamos en estas mafias poderosas tal vez no hemos hecho lo suficiente para detener este mal que se extiende rápidamente en las comunidades, a veces por miedo, otras por un pragmatismo dentro de la precariedad que hace aparecer todo como lo mismo; pero también hay que decir que muchas y muchos de quienes vivimos en este país hemos intentado echar para atrás esta cultura de la muerte y lavarle la cara y las manos a Honduras.
Ahora, esta tierra se conoce en el mundo de nuevo por actos lesivos a la vida, la dignidad, la seguridad de su pueblo; pero esos miembros de partidos, políticos, empresarios, terratenientes, militares, policías que hoy aparecen nombrados como narcotraficantes o colaboradores que nacieron aquí no son el pueblo de Honduras, y no representan a quienes luchamos cotidianamente por sostener la trama de la vida digna.
Un juicio como éste devela el nivel de delincuencia que se alimenta de las instituciones financiadas por un pueblo en pobreza extrema, refuerza lo que hemos dicho en muchísimas ocasiones quienes vivimos aquí y les vemos actuar. Tal vez lo más histórico de este juicio es que un personaje como JOH sea un ejemplo de que el mal tiene capacidad para autodestruirse.
Un juicio como éste da cuenta de la hipocresía de un país que dice impartir justicia mientras lanza bombas a pueblos como el palestino; y señalan personas de la región latinoamericana sin explicar cómo es que esta droga logra llegar hasta su pueblo y cuántos de sus funcionarios están involucrados.
Nosotras también estamos esperando que haya castigo contra JOH, y conocemos de los límites de lo que está ocurriendo, de igual forma estamos alerta a la resonancia en la clase política hondureña, sus aliados y el impacto en los territorios donde vivimos y actuamos.
Ojalá caigan todos, y como eso tal vez no pase, seguiremos sembrando a Berta Cáceres diciendo con ella Los pueblos sabemos hacer justicia.