Nosotras somos defensoras de la tierra y el agua, los bienes comunes y públicos, de la salud, educación, la sexualidad y la libertad del cuerpo y de la palabra. Somos defensoras de la vida digna y justa.
Nosotras, defensoras de derechos queremos manifestar que, así y como estamos, unas obligadas al encierro, para proteger nuestras vidas y la vida común, a razón de que el Estado no puede, porque no quiere protegerla; y otras expuestas a causa del hambre, sabemos muy bien lo que está pasando.
Sabemos que el régimen actual está aprovechando esta crisis para intentar limpiar su rostro ilegítimo, violador de derechos humanos y sus vínculos con el narcotráfico, que están aprovechando la crisis para hacerse de 80 mil millones de lempiras con falsas promesas de hospitales, insumos, alimentos. Los pocos recursos que invierten son para hacer proselitismo político, robando y enriqueciéndose con esa maestría con que saben hacerlo y jugando con el hambre y otras necesidades básicas del pueblo donde las mujeres tienen protagonismo.
Sabemos que este es un Estado que se ha encargado de negar su responsabilidad con los derechos básicos del pueblo de Honduras y ahora aparece haciendo discursos demagógicos en tono de salvadores y conciliadores que no le quedan. Las mujeres conocemos bien de esa práctica patriarcal en la vida de las mujeres y su prole, con relación a padres irresponsables y abandonadores.
Sabemos que están imponiendo en el centro de esta emergencia al ejército y a la policía, conocidos y repudiados por el pueblo por violentos, machistas y serviles al poder dictatorial pretendiendo que la gente como nosotras creamos que ahora son los buenos y valientes, mientras las doctoras, enfermeras y demás personal de la salud ponen sus vidas en riesgos por falta de equipo e insumos de bioseguridad a causa de sus robos.
En conclusión, sabemos que este gobierno y sus poderes son sinvergüenzas, mentirosos, corruptos y que sus actos son criminales pues cuestan la vida de mujeres, hombres y personas de la diversidad sexual de este país que han sido ya escogidos como las víctimas de sus políticas de odio y muerte.
Les exigimos que el dinero del pueblo de Honduras sea para alimentarlo y salvar su vida, que debe ser la razón prioritaria de la política y el Estado, que la ayuda humanitaria llegue a todos los lugares donde se necesita sin quitarle a la gente su dignidad por recibir lo que se merece y se gana con el trabajo diario.
Les exigimos que si además de ladrones no son capaces de sacar adelante esta crisis sanitaria y económica se quiten de enmedio porque otras personas de este país si son capaces de hacerlo.
Les exigimos que doten los hospitales y al personal de salud con todo lo necesario, pues ellas y ellos son capaces de salvar las vidas, no son solamente las medidas de encierro las que van a hacerlo.
Les exigimos que desmilitaricen nuestro país porque en este momento no es represión ni discursos de miedo lo que se necesita, sino información, calidez y trabajo consciente para salir de esta emergencia cuanto antes.
Nosotras somos mujeres defensoras y en las comunidades de Honduras, tanto en el campo como en la ciudad, somos las mujeres las que gestionamos la vida en este país, así ha sido siempre y la crisis de esta epidemia deja de nuevo desnuda la inutilidad y mortalidad de la economía del mercado ante la de los cuidados que tanto han despreciado; pero también estamos dispuestas a luchar por que las labores y las responsabilidades no caigan sobre nuestros cuerpos históricos de mujeres.
En este contexto hemos nuevamente comprobado que la familia heteropatriacal que se ha impuesto como la única forma de cuido, afecto y solidaridad muchas veces no es tal y que tenemos otras redes de cuido vital.
Llamamos a todas las mujeres a seguir pensando juntas y compartiendo lo que tenemos, y a no olvidar a los agresores y sus actos así como todos los derechos que hasta ahora hemos ido logrando juntas, pues no vamos a renunciar a ninguno de ellos por ninguna circunstancia.
Retomamos la sabiduría de las que desde los antiguos pueblos indígenas y negros nos vuelven a mostrar caminos colectivos en el que la vida de todos los seres tiene un sitio respetable y un sentido de veneración de la vida con dignidad.
En todas partes de este país la dignidad de las mujeres se levanta para hacer ollas comunes, tomas de carretera, recuperar semillas y saberes, elaborar estrategias y espacios para el bienestar, cuidando la vida nuestra y de la otra gente , regar huertos y sobre todo inventar todo lo necesario para sostenernos vivas.
Hacemos honor a las que están en los servicios domésticos, las trabajadoras rurales, ambulantes y trabajadoras de la maquila, a las que exponen su vida en hospitales y en las calles para ganarse la vida y cuidar la de otras personas.
Repetimos junto a otras mujeres en el mundo que la causa de esta pandemia no es un virus sino la avaricia del capital, la crueldad del patriarcado y la brutalidad del racismo de este sistema que ya nos ha hecho imposible la vida por generaciones.
No volveremos nunca a ese lugar de antes como el lugar de la normalidad. La pandemia nos asusta, pero más nos da miedo la violencia de este sistema que ya hemos soportado bastante.
Nuestros caminos antiguos, valientes, comunitarios, feministas, rebeldes, indígenas, negros y anticapitalistas tienen otra oportunidad sobre esta tierra.
Honduras, abril del 2020