Los días 16 y 17 de junio, tuvo lugar en Calpulálpam, Sierra de Juárez, Oaxaca, el primer encuentro territorial de sanadoras, curanderas, brujas, hierberas, artistas-sanadoras y terapeutas, provenientes de diferentes geografías de 8 estados del país.
Este espacio territorial, se abrió en el marco de un esfuerzo colectivo iniciado en 2019, que camina hacia un intercambio y reconocimiento regional de mujeres sanadoras en Latinoamérica. La Comisión Promotora, integrada por distintas organizaciones hermanas y aliadas, así como por mujeres sanadoras a título individual, de México, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Colombia y Panamá ha ido caminando hacia horizontes posibilitadores que nos permitan converger y articularnos como sanadoras en la región. Un paso importante hacia este sueño de encontrarnos, ha sido la organización de espacios territoriales de encuentro por país. Hasta el momento Guatemala y México han impulsado estos acercamientos.
Capulálpam, pueblo organizado por la defensa de los bienes comunales, con una trayectoria de lucha y organización en la Sierra de Juárez, fue para nosotras sinónimo de tranquilidad, armonía y magia. En total arribamos 37 mujeres sanadoras, brujas, terapeutas, artistas-sanadoras, hierberas y curanderas. 20 llegamos desde Ciudad Juarez, Morelia, Colima, Chetumal, Poza Rica, Zacatecas, Chilpancingo, Ciudad de México y Morelos. 17 desde distintas regiones de Oaxaca, -el Istmo, la Sierra Sur, la Costa y los Valles Centrales-. Poco a poco mujeres zapotecas, mixtecas, mayas y mestizas, nos fuimos sumando a este encuentro.
Nos alojamos en el centro de Turismo Ecológico Comunitario de Capulálpam. Este espacio comunitario surgió en 2005 como una iniciativa de respaldo de la Asamblea General de Comuneros del pueblo. Lo elegimos porque en este caminar, el valor de los territorios, su historia, valores, cultura y lucha, son elementos claves desde los que articular el cuidado de la vida, que como sanadoras ponemos en el centro.
Además de estar en un ambiente natural y protegido, el centro tiene como prioridad la sostenibilidad y el aprovechamiento de su patrimonio natural y cultural, así como la generación de empleos para hombres y mujeres de la comunidad. Fue importante el recibimiento y la oportunidad de reconocimiento que tuvimos con las autoridades del pueblo, donde el agradecimiento mutuo emanó en forma de calidez, atención, cuidado y celebración.
Estuvimos compartiendo dos días juntas, en los que pudimos honrar nuestros linajes e identificar nuestras fortalezas y malestares. Hubo muchos momentos de trabajo de sanación, en el que la fuerza de la colectividad nos guiaba de manera poderosa.
Pudimos tocar la riqueza de los enfoques y prácticas de las allí presentes, en toda su diversidad, desde sus múltiples sabidurías, enmarcadas en una amplia gama de experiencias que se orientan con voluntad y tenacidad hacia la lucha y transformación profunda de las violencias que como mujeres enfrentamos día a día. Autoreconocernos en estos caminares, mirar nuestros avances, la fiereza de nuestros legados, la potencia de los alcances, fue un ejercicio necesario para sentir la fuerza y la magnitud de nuestro trabajo de sanación y curación.
Hubo espacios para tejernos en sinergias que nos acercan, en posibilidades que nos articulan, en sueños emancipatorios que nos convocan a todas y nos mostraron horizontes posibles donde seguir encontrándonos. Nos acompañó mucha energía creativa y generadora de propuestas plausibles por donde seguir entrelazándonos. La esperanza embriagó nuestros sentires.
Convicción, compromiso, voluntad, esperanza, solidaridad, ternura, dulzura, amor, resiliencia, intuición, fuerza, sabiduría, tenacidad, cuidado, tranquilidad, calma, feminismo, rebeldía, son algunas de las palabras que resonaron entre nosotras. Los poderes de sanación, curación con hierbas, la transformación con las manos, la alquimia y medicina ancestral, los baños, los cantos, los rituales, fueron todos los legados ancestrales que pudimos compartir para poner en el centro la defensa de la tierra y el cuidado de la vida.