1. ¿Qué significa ser defensora?
Ser defensora es un compromiso de vida. Implica romper los estereotipos marcados por la sociedad patriarcal en un contexto de desigualdades estructurales, impunidad, corrupción, crimen organizado, misoginia, lgbtffobia, discurso de odio, extractivismo, políticas neoliberales y cierre de espacios democráticos. Ser defensora es enfrentar una doble violencia desde lo cotidiano, hasta nuestra acción pública, por el hecho de ser defensoras de derechos humanos y por el hecho de ser mujeres.
2. Los impactos de la violencia, primera parte
Las mujeres defensoras enfrentan modalidades de violencia específicas respecto a sus homólogos hombres. Entre las agresiones más frecuentes de que son objeto las Defensoras de DH en Mesoamérica encontramos el hostigamiento psicológico, calumnias, señalamientos, campañas de desprestigio, amenazas; criminalización, violencia sexual o asesinato. Todas estas formas de violencia contra las defensoras tienen un componente de género muy fuerte al utilizar el cuerpo y la identidad de las mujeres como fuente para sembrar el miedo, la intimidación y la explotación. Esta violencia específica impacta de una manera diferente sobre las vidas de las defensoras y su entorno cercano.
3. Los impactos de la violencia, segunda parte
El impacto psicosocial y afectaciones de la violencia diferenciada sobre los cuerpos y las vidas de las mujeres defensoras es un tema que no se aborda fácilmente: la culpa o los miedos no se viven de igual manera que los defensores, la intimidación y amenazas no solo recaen sobre sus cuerpos y vidas, sino en el de sus familias, dependientes y redes afectivas cercanas. Ello se une a otros factores como la falta de reconocimiento al interior de las organizaciones o la normalización de la violencia contra las mujeres, entre otra formas de discriminación cuya combinación pone en riesgo la vida y la salud de las activistas.
4. Los impactos de la violencia, tercera parte
Las defensoras de derechos humanos corren mayor riesgo que los defensores de sufrir violencia sexual y otras formas de violencia basadas en el género. También es más frecuente que sus hijos e hijas reciban amenazas y agresiones en represalia por el trabajo que ellas realizan. Los ataques específicos de género incluyen acoso y amenazas con insultos sexistas, violencia sexual en el contexto de actos represivos, estereotipos de género en los procesos judiciales y campañas de difamación y ataques contra quienes defienden los derechos de las mujeres.
5. Diferentes aspectos de la protección
Ya no podemos hablar de la protección de manera individual ni fragmentada. Es necesario avanzar hacia una visión colectiva de la protección con estrategias que vayan más allá de la seguridad hacia un enfoque integral, que ponga el autocuidado, el cuidado colectivo, la sanación en el centro, que recupere la memoria histórica, que posicione a las defensoras como sujetas activas en materia de seguridad, incorporando las prácticas para el manejo de los riesgos en la cotidianidad y a lo interno de las organizaciones, movimientos y comunidades.
6. El enfoque feminista en la protección
El enfoque feminista es una herramienta clave para entender, identificar y atender los riesgos y violencias específicas que enfrentan las mujeres defensoras. Además, incorpora al análisis crítico de estas realidades el ámbito de los derechos que defienden y los actores con quienes interactúan con el objetivo de definir medidas de protección integral para las mujeres defensoras. El feminismo posiciona la creación de redes, el autocuidado y el empoderamiento como la base del proceso de protección, aportando a la construcción de espacios seguros y de confianza para afrontar el aislamiento; para aprovechar recursos, herramientas y saberes colectivos; y fortalecer hacer más sostenibles los movimientos y organizaciones desde la sororidad.
7. El Autocuidado
El desgaste que provoca el trabajo de defensa de derechos humanos no suele verse como un tema prioritario por las defensoras y sus organizaciones. Las defensoras suelen señalar que no tienen tiempo ni espacio para cuidar de sí, muchas de ellas enfrentan dobles e incluso triples jornadas de trabajo, exponiéndose a múltiples afectaciones sobre su salud física, emocional, psicológica, mental, espiritual y sobre sus relaciones familiares, amorosas, sexuales, de amistad y de trabajo. Ante ello, el autocuidado es una estrategia individual y colectiva que invita a repensar los activismos y a modificar los patrones que desgastan a defensoras y organizaciones para hacer sostenibles las luchas y movimientos.
8. La Sanación
Las defensoras ponen cuerpo, mente y espíritu para seguir desarrollando los trabajos en defensa de los derechos humanos. Y la continuidad de esa labor implica sanar las heridas para sostener las luchas. Las cosmovisiones de los pueblos originarios nos enseñan las claves de la sanación a través de prácticas ancestrales. Donde el ser parte de un todo, el soltar, dejar ir, perdonar, personarse, complementar, reconocer, armonizar y complementar son partes esenciales para sanar la violencia histórica hacia las mujeres, hacia los pueblos y la naturaleza. La sanación como una práctica cotidiana es la clave para la supervivencia y protección de las mujeres defensoras.
9. La espiritualidad en la protección
Es una conexión con la madre naturaleza, nos llena de energía, ayuda a sentir paz, armonía y reconocimiento mutuo a través de la espiritualidad.